Críticas
Ver notas anteriores |
 |
|
Rosalinda
Autor: Fernando B.
Menéndez
Dirección General:
Victor Kesselman
Interpretes:
Edgardo Ibañez, Viviana Vázquez y Hernán Crida (actor
invitado)
“Silencio, Hospital”
Por Néstor De
Giobbi
En el Centro Cultural Konex, en las noches de domingo, se presenta
la opera prima autoral de Fernando Menéndez, un publicista de dilatada
trayectoria en nuestro medio, que incursiona con este trabajo en la dramaturgia,
saldando así una postergada asignatura
pendiente.
Tal como
lo describe la presentación de la pieza, “Rosalinda" es un recorrido por la agitada y asfixiante vida interior de
una enfermera tucumana de 35 años que parece no soportar estar en su cuerpo. O
quizá lo que no soporta es estar en este mundo o en el universo. Pero, como todo
el mundo, tampoco soporta la idea de no existir. Así, la obra va llevando
siempre a situaciones sin salida. Ella sufre todo el tiempo esa sensación de
sinsentido que todos padecemos cada tanto. Pero solo que en forma recurrente y
constante, con lo cual el clima agobiante para el espectador se torna sumamente
denso.
La historia da cuenta, (a través de extensos soliloquios de la
protagonista, y de narrativos encuentros con un vendedor de equipos médicos) de
los interrogantes existenciales de una enfermera al cuidado de un paciente, en
coma desde hace doce años; ¿Escuchará? ¿Será consciente de su situación? ¿Querrá
“volver a la vida”, o por el contrario, preferiría ser
desconectado?
Llevada por estos dilemas, Rosalinda urde un fraude para conseguir
una sofisticada máquina médica capaz de desentrañar los misterios de la mente
del paciente inerte. Y es acompañada en esta búsqueda por un maduro y poco
escrupuloso representante de la empresa creadora del equipo, quien se mantiene
al lado de la enfermera a cambio de abyectos favores
sexuales.
La historia, sobrecargada de cuestionamientos filosóficos,
religiosos y éticos, se vuelve extensa y agotadora. Las actuaciones (Vazquez,
como Rosalinda, e Ibáñez, como el vendedor) si bien revisten la potencia
reclamada por sus personajes, no logran sumergir al espectador en el interés
profundo por la trama.
La dirección exhibe cierta debilidad en puntos periféricos pero
notables, tales como una escenografía de factura extremadamente “casera” (la
“máquina médica de última generación” es un desprolijo rejunte de mangueras,
cartón y videocaseteras viejas…), y una “accionitis” (neologismo que sirve para
describir esas acciones huecas, sin sentido, con las que algunos actores y/o
directores procuran “llenar” extensos parlamentos carentes de acción legítima),
que restan verosimilitud a la enfermera y su
situación.
Si el objetivo es el cuestionamiento, tarea cumplida.
De lo contrario, …”Silencio,
Hospital.”
|
|